Tengo un reloj "inteligente" de esos que te aplauden y te felicitan porque te levantaste, porque te acostaste, porque te pusiste de pie, porque descansaste, porque respiraste, porque hiciste ejercicio y casi mueres sin respiración... En fin que el dichoso artefacto le halla el encanto a todo y se encarga de decírtelo celebrando cuan encantador eres por todo lo que haces y dejas de hacer... Confieso que tuve que hacer un esfuerzo para disciplinarme a ponérmelo todos los días y no silenciarlo porque comencé a detestar que me interrumpiera constantemente para hacer una fanfarria y llamar mi atención aplaudiéndome por todo.
Luego de un tiempo me di cuenta de que tolerar el relojito entusiasta en mi mano todo el día era más que un mero ejercicio. Fue la oportunidad de comenzar a darme los espacios para permitirme reconocer, valorar y aplaudir pequeños y grandes esfuerzos muy importantes que realizo a diario y que quizás estoy acostumbrada a pasar por alto.
Hay una regla de escenario que indica que luego de tu presentación debes hacer un gesto de reverencia al público y esperas a que ellos respondan a tu trabajo con un aplauso. Esta respuesta es la validación de tus esfuerzos, la apreciación del que te escucha o te ve, al trabajo artístico que entregas.
No te aplaudes a ti mismo.
Esperas a que, el que te ve y te escucha, te aplauda.
Pero fluir y entregar con la confianza y la libertad que requiere tu talento, en cualquier escenario en el cual vayas a desempeñarte, va a requerir que tu mismo te hayas validado y aplaudido muchas, pero muchas veces.
Sólo en esa valoración y validación nuestra encontramos la pertinencia y el valor de lo que entregamos a los demás, no solamente en el escenario, sino también en la cotidianidad.
Tengo que decir que después de todo, mi relojito imprudente se ha convertido en un útil recordatorio que me hace detenerme, prestar atención y tomarme el espacio para aplaudirme todos los días. Porque es muy fácil correr el peligro de la timidez y la modestia que muchas veces nos obliga a encontrar nuestra validación y nuestro valor sólo en la aprobación, la adulación y el aplauso de los demás. Esa es la manera mas terrible de perdernos a merced de actuar y vivir conforme a apreciaciones, quizás muy distintas y diferentes de lo que somos.
Nuestra comisión de alcanzar a otros con nuestra voz o con nuestro trabajo, demanda que primero nos alcancemos a nosotros mismos. Tenemos que partir del ejercicio intencionado de reconocer, apreciar, distinguir, valorar y, ¿por qué no? APLAUDIR, lo que hacemos y lo que somos.
Quizás tu no necesites un relojito "imprudente".
Pero por aquí te dejo 3 acciones sencillas que te pueden ayudar.
-REVISA TU “mindsetting”
Comienza negándote a la tentación de silenciar aquello que te recuerda tu valor. No confundas la modestia y la humildad con el ejercicio constante de ignorarte o desvirtuarte.
-REPROGRÁMATE
Haz la propuesta todos los días de detenerte, repasar y reconocer tus logros, grandes y pequeños. Señálalos, escríbelos, afírmalos...
y… celébralos
-¡RECIBE TU APLAUSO!
TU aplauso.
Comments