Terminé de bajar la escalera de mi oficina con unos zapatos de un taco que medía como 8 pulgadas. Bajando estuve bien concentrada y pendiente de donde ponía el pie. Pero justo en el último escalón pensé en lo terrible que hubiese sido caerme. Y, no me pregunten cómo, pero atravesando ya el portón de salida, donde no habían ya escalones, caí con todo y tacos fabulosos, maletín, cartera, gafas y gangarrias redondita al piso. Y en el trayecto hacia el piso pensaba en lo chévere que hubiese sido culminar mi bajada por aquella escalera con todo el glamour de modelo parisina con el que bajé, imaginando el aplauso en aquella pasarela derechita hasta el final.
Por alguna razón la anticipación de la caída, del desastre, del fracaso es algo muy natural para muchos de nosotros. Se nos hace muy fácil imaginarnos en el escenario olvidando el texto de la canción, fallando las notas agudas, perdiendo una entrada, experimentando flema en medio del sonido o hasta quedándonos sin voz. Esta es la manera más fácil de asegurar una horrenda presentación. Por alguna razón no invertimos tiempo de nuestro pensamiento en visualizarnos fluyendo con seguridad y éxito en nuestras presentaciones.
Recurrir a imágenes negativas no va a ayudar a mejorar tu ejecución en el escenario. Atrévete a pensar en frases más largas, en agudos fabulosos, en dinámicas dulces y bellísimas, en voz potente, robusta y segura.
Te garantizo que superarás por mucho tus expectativas en el escenario y con un pensamiento más positivo y libre disfrutarás con éxito el trayecto hasta más allá del agudo (o del escalón) final….
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